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lunes, 18 de agosto de 2014

Marruecos II

Segunda parte de mis experiencias por Marruecos, dedicada a Fez y Marrakech, dos de las urbes más impresionantes de nuestro país vecino. Ambas con unos viajes previos también muy interesantes, pero por motivos del circuito demasiado rápidos. En ellos atravesamos pueblos, aldeas y casas de campo en los que a pesar de la velocidad del viaje, se podía palpar la esencia del Marruecos más rural y auténtico. Las extensas llanuras pobladas por pequeños rebaños de ovejas, cabras  o de vacas, aunque de estas últimas menos. Por los caminos personas a pie o en burro, algunas en viejos ciclomotores reciclados al máximo o en bicicleta. Al acercarnos a los núcleos de población los chiquillos jugando por las calles o por los terrenos próximos, con porterías de fútbol construidas con tres palos. Pequeños talleres mecánicos donde se podía apreciar que se reparaba todo tipo de artefactos (coches viejos, motos, bicis, maquinaría agrícola,...). Diminutos comercios donde se vendía un poco de todo y con la mercancía expuesta y almacenada de la mejor manera posible.



Y así, poco a poco pero casi sin pausa nos acercamos a Fez una de las capitales imperiales con más puntos de interés. Se trata de uno de los centros comerciales más importantes del país, donde los gremios artesanales aún se mantienen plenamente activos. Los más interesantes son los dedicados a la alfarería, a las pieles (con los curtidores que aún conservan el mismo sistema de trabajo del siglo XII), a los metales, a los tejidos y a las alfombras (auténticas obras de arte).



Visitamos el Barrio Judío, nos paseamos por la Medina, un laberinto con más de 4.000 calles y callejuelas (algunas con el ancho justo para el paso de una persona) y en las que es fácil perderse sin guía.... Los mercados ocupan una parte  muy importante de la Medina y en ellos se puede encontrar de todo lo imaginable, en ocasiones con un cierto orden gremial y en otras con mezclas de un poco de todo.



Con un viaje similar al descrito en el primer parágrafo nos desplazamos de Fez a Marrakech, la última ciudad imperial que nos quedaba por visitar. De Marrakech se puede decir que es la actual capital cultural y turística de Marruecos. Es una ciudad de culto para muchos viajeros y por consiguiente recibe a diario cientos de turistas con ganas de impregnarse de su magia. Pero a pesar de esta avalancha de visitantes ha sabido mantenerse fiel a sus tradiciones y estilo de vida, es obvio que vive en gran parte de este turismo y eso queda patente con un simple paseo por su centro histórico. No obstante, si uno tiene la paciencia de rascar un poco sobre esa primera capa superficial, aún puede hallar destellos de la auténtica esencia árabe y bereber.




Visitamos los Jardines de Menara, con su imponente estanque de agua, desde el cual mediante una ingeniosa técnica de regadío se mantiene el riego de todas las plantas y árboles de los jardines. El Palacio Bahía, de una estructura y riqueza ornamental extraordinaria. La Medina vieja con su mercado, este algo mejor distribuido y ordenado que el de Fez. Las Tumbas de Saadi, que es una pequeña necrópolis ajardinada en medio de la Medina.



Y finalmente, el lugar de paso obligado para todo visitante de Marrakech, la imponente plaza de Jemaa El Fna, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, el  verdadero corazón de la ciudad tanto de día como de noche, a todas horas repleta de gente. En ellas podemos hallar desde vendedores ambulantes, a encantadores de serpientes, desde paradas de tatuadoras bereberes a puestos de venta de zumo de naranjas naturales, desde saltimbanquis y tirititeros a aguadores,también paradas de venta de todo tipo de artesanía, vendedores de tabaco a granel ...  Por la noche todo cambia y la plaza se convierte en un inmenso restaurante al aire libre, un bar, una tetería, ... Como digo un lugar que nunca descansa.





Pues esto es un poco todo lo que me ha ofrecido mi visita a este país tan cercano y a la vez tan distinto al nuestro.


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