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viernes, 27 de octubre de 2017

Reflexión

En nuestro largo peregrinar por esta cosa que llamamos vida nos equivocamos muchas veces y yo más que nadie. Hacemos, gritamos palabras, actuamos de manera irracional, quizá porqué nos creemos con los motivos suficientes, tal vez porqué creemos que nos sobran las razones. En otras ocasiones porqué vemos en el otro una actitud que no compartimos, sobre cualquier aspecto de la vida cotidiana.



No sé, los motivos y los detonantes pueden ser de lo más diversos y la reacción generalmente no es la más correcta y proporcionada. Supongo que esto que intento describir con estas torpes palabras, nos habrá pasado a más de uno de nosotros en alguna ocasión.

Sin ningún tipo de duda es una acción reprobable y sin justificación posible, solo el reconocimiento del error, el diálogo con la otra parte y un firme propósito de enmienda pueden arrojar un poco de luz en esos momentos tan oscuros.

También, estas actitudes y acciones pueden afectar a terceras personas que nada tienen que ver con la disputa en cuestión, y eso hace que estas situaciones sean aún más censurables si cabe. Por eso creo que es de justicia e imprescindible incluirlos en esta reflexión. Ellos más que nadie merecen el respeto y la consideración por la situación creada, a la que son totalmente ajenos y en la que se pueden haber visto involucrados de manera totalmente involuntaria.

Por suerte en muchas ocasiones las situaciones se reconducen y la palabra se funde con los hechos, y el diálogo sincero puede ser la mejor medicina para curar las heridas. En esos casos podremos sentirnos afortunados, porqué la parte más razonable y humana acaba imponiéndose a la más irracional y furibunda.

Una gran canción para poner la enormidad de la música al servicio de las palabras.





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